Solidaridad


BANGLADESH: UN PAÍS POR DESCUBRIR

B
angladesh, un mundo en el que se entremezclan sensaciones y sentimientos. Bangladesh, también llamado el “país de los mil ríos”. En su territorio desembocan los grandes ríos del Himalaya: el Brahmaputra, el Meghna y las aguas sagradas del Ganges cuyas gotas fluyen desde las cumbres más altas del plantea hasta su encuentro con el mar Índico en el Golfo de Bengala, actuando en su recorrido como bálsamo purificante de millones de almas y conductor de oraciones y deseos.

Bangladesh es a día de hoy un país en ocasiones más desconocido que por ejemplo su vecina India. Esta es una de las razones principales que me llevaron a escribir sobre mi experiencia como voluntario: la de tender puentes entre ambas culturas y acercar un poco más la realidad de este país.


Mapa de Bangladesh.

El primer viaje a Bangladesh dejó en mí un poso difícil de olvidar y una necesidad de regresar para conocer de primera mano la realidad de millones de personas. Lleno de ilusiones y preguntas en el aire emprendí mi segundo viaje en marzo de 2011 con el objetivo trabajar como voluntario en varios centros de acogida situados en la ciudad de Khulna.

UNA VISIÓN GENERAL

Actualmente se estima que la población de Banlgaldesh ronda los 167 millones de habitantes hecho que, unido a la escasa superficie habitable que configura el territorio, lo convierten en un país superpoblado.

Su economía es principalmente agraria, dedicando gran parte de su fértil superficie al cultivo de arroz y yute.

Al igual que muchos países en vías de desarrollo, Bangladesh ofrece dos extremos contrapuestos de pobreza y riqueza. Existe actualmente una creciente brecha entre ricos y pobres. Un indicador de esta realidad es que pese a que la renta per cápita registra incrementos anuales, lo cierto es que los índices de pobreza aumentan igualmente. La tremenda inflación en los precios a la cual están sometidos los alimentos básicos y bienes de primera necesidad contribuyen a acrecentar esta brecha generando un alto nivel de pobreza.

A la vida de subsistencia de muchas familias se unen multitud de adversidades derivadas de la meteorología. Frecuentemente parte del país es azotado por tifones, ciclones y grandes inundaciones durante los monzones, devastando casas y campos y obligando a miles de personas a desplazarse de forma continua. Estas catástrofes medioambientales derivan en hambrunas y hacen pervivir el sufrimiento de los más desfavorecidos. Muchas familias viven forzosamente acostumbradas a las calamidades y a las desgracias iniciando cíclicamente sus vidas desde cero.

La escasa altitud de su orografía junto con la desembocadura de sus caudalosos ríos convierten a Bangladesh en un país extremadamente sensible al aumento del nivel del mar.  En un futuro próximo se prevén multitud de “refugiados climáticos” por este motivo.

Los ríos de Bangladesh constituyen el corazón del país que late siguiendo el ritmo de los ciclos fluviales, pero son al mismo tiempo origen de  la vida y de muerte. Convierten sus llanuras en las más fértiles del mundo pero en ocasiones arrebatan con suma rapidez la misma vida que otorgaron. Muchas zonas esconden además una muerte más silenciosa derivada de la importante contaminación de arsénico de origen geológico presente en las aguas subterráneas. Como consecuencia, miles de personas desarrollan cánceres y síntomas de envenenamiento. 

Símbolo del desarrollo son las miles de chimeneas pertenecientes a los hornos de fabricación artesanal de ladrillo que salpican todo el paisaje. Es este quizás uno de los trabajos más duros que existen. Los trabajadores deben soportar las altas temperaturas tanto del ambiente como de los hornos de cocción. Una visita a uno de estos hornos convierte las penas cotidianas de nuestro trabajo en insignificantes.

Mujer trabajando en una fábrica de ladrillos

Dentro de las grandes ciudades, gran parte de la población malvive en los llamados slums, poblaciones de chabolas sin infraestructura alguna. Periódicamente el gobierno desmantela los slums, dando paso a nuevas construcciones impulsadas por la creciente especulación del suelo y condenando a sus habitantes a vagar en busca de otro hogar.

Dhaka, la capital del país, resulta ruidosa y caótica pero pese al desorden aparente de los millones de habitantes en movimiento continuo y las infinitas variedades de medios de transporte surge un armonioso orden, en ocasiones incompresible para la cultura occidental, que finalmente hace fluir la vida dentro de la ciudad.

La atmósfera de Dhaka es densa. En su aire se entremezclan las esencias del misticismo con una constante ebullición de actividad que surge por cada rincón.

Resulta siempre extraño acostumbrase al tremendo contraste existente entre ambos lados de las puertas del aeropuerto. En su cara interior encontramos un aeropuerto normal, limpio, moderno y con viajeros transitando de un lado para otro. Sin embargo al cruzar la puerta exterior custodiada por militares, decenas de mendigos, niños y desvalidos se agolpan con la esperanza de obtener unas monedas de los viajeros

Bangladesh esconde numerosos tesoros ambientales y paraísos vírgenes como es el caso de Sundarbans, el bosque de manglares más grande del mundo en cuyas profundidades todavía habita el temido tigre de Bengala.

Los atardeceres y amaneceres hipnotizan al viajero. Inmensos y bellos campos de arroz se extienden por todo el país difuminándose a lo lejos con el horizonte.  Al anochecer la niebla y humo de las millones de cocinas que emplean madera y tortas de estiércol como combustible se adueñan del ambiente dando paso a una escena llena de magia.

Atardecer en el río Bhairab a su paso por Khulna.

Campos de arroz en Jessore.

Pese a la grandeza del paisaje, su interior esconde otra realidad: la de las tragedias, pobreza y sufrimiento que acompañan la vida de muchos Bengalís en su lucha diaria por sobrevivir.

En este sentido, la labor de muchas personas que de forma anónima dedican su vida a los más pobres de entre los pobres resulta la única luz en sus vidas.

MISSIONARIES OF CHARITY (Misioneras de la Caridad)

M
i primera visita en Khulna se inició en el centro de acogida de las Misioneras de la Caridad, orden creada por la Madre Teresa de Calcuta. Este centro se encuentra actualmente dedicadazo a la atención de mujeres, niños y bebés.

En una de las salas pude compartir varios momentos con ancianas que yacían sobre las camas de una habitación, algunas de ellas moribundas y otras aquejadas de distintas dolencias físicas y mentales. Gran parte de ellas habían sido abandonadas por sus familias o no contaban con los recursos suficientes para sobrevivir. No resultaba necesario cruzar palabra alguna, unas simples caricias junto con unos caramelos eran suficientes para endulzar momentáneamente sus vidas y romper la rutina. Sus ojos transmitían toda una vida de esfuerzo y sacrificio llenos al mismo tiempo de una sabiduría que sólo se alcanza con el transcurrir de la vida. En este sentido pude comprobar la encomiable labor que las Hermas de la Caridad llevan a cabo. No sólo les proporcionan unas condiciones de vida dignas sino que tratan de llenar una necesidad interior todavía más importante: sentirse queridas y acompañadas.

En el piso superior del centro convivía una realidad igualmente dura, la de recién nacidos abandonados por sus padres. Frecuentemente muchos bebés nacidos en el seno de familias extremadamente pobres son abandonados al no contar éstas con recursos suficientes para su manutención. En otras ocasiones, chicas por lo general de escasa edad se quedan embarazadas fuera del matrimonio, desprendiéndose del bebé tras el parto para evitar el rechazo social de su entorno que esta circunstancia conllevaría. De entre todos los bebés uno me llamó especialmente la atención. Se trataba de un niño con graves deformaciones en la cara. Las hermanas me explicaron que había sido abandonado por este motivo al considerar sus padres que tan sólo sería una carga. Los médicos de una misión italiana situada junto al centro de acogida operaron al niño en varias ocasiones para dotar a su cara de expresión y reubicar su ojo izquierdo.

Centro de acogida de bebés.

La increíble labor de las Hermanas no finalizaba aquí. Diariamente cocinaban alimentos suficientes para alimentar alrededor de 200 niños que vivían y dormían en la calle. Entre las 11:00 y las 13:00 de la tarde un constante reguero de niños y niñas acudían al centro para recibir un plato de arroz que, según el día, se acompañaba de carne, verduras o pescado. Durante varios días acudí al centro para ayudar a las hermanas en esta labor aprovechando la ocasión para entregar material escolara a los niños y sufragar económicamente algunas de las comidas. Con tan sólo 20 € podía proporcionarse un plato de comida a estos 200 niños, en ocasiones este es el único plato que reciben al día.

Niños comiendo en el centro de acogida.

Posteriormente y al atardecer me encontraba con muchos de estos niños en los mercados de la ciudad mendigando o simplemente vagando. Resultaba llamativo el instinto de supervivencia que muchos de ellos desarrollaban con objeto de abrirse camino en la vida, forzados a ser adultos en pocos días y sin la oportunidad de disfrutar de una infancia despreocupada. Pese a todo, sus miradas seguían transmitiendo la inocencia propia de un niño que tan sólo busca sonreír.


BROTHER’S HOUSE

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l “Brother’s House” como allí lo denominaban pertenecía igualmente a la orden Madre Teresa de Calcuta. Su labor se centraba en el cuidado y acogida de deficientes mentales masculinos.

Pese a que no estaban habituados a recibir voluntarios, tras su asombro inicial no dudaron en abrirme las puertas por lo que pronto me sentí como uno más. En el centro convivían deficientes de todas las edades, cada uno con una historia distinta. Diariamente se seguía una rutina. Las mañanas comenzaban con la preparación del desayuno tras lo cual se limpiaban los platos y vasos. Al desayuno le seguía el baño diario. Con una simple esponja y una pastilla de jabón bañábamos una a una a todas las personas en varias pilas de agua. Del mismo modo se procedía a lavado de las ropas. Finalmente se atendía a todas aquellas personas que requerían cuidados médicos ya que muchos de ellos presentaban además heridas o enfermedades. Dentro sus limitaciones, cada persona tenía asignada una tarea que se esforzaban por cumplir metódicamente.

El centro estaba regentado tan sólo por dos personas pero resultaba asombrosa la diligencia y rapidez con la cual actuaban y realizaban las distintas labores. Tras finalizar las tareas cotidianas, reservaba un tiempo para compartirlo con los internos. Cada persona era un mundo de pensamientos. Algunos de ellos habían sido personas normales años atrás sin embargo, un día inesperado, la vida les azotó con una tragedia que sus mentes no fueron capaces de superar y su interior luchaban ahora por regresar desde lo más hondo de la oscuridad hasta la superficie iluminada en la cual un día vivieron.

Gracias al Brother’s House, estas personas recibían un trato humano, de otro modo muchos de ellos estarían condenados al olvido y sin atención alguna.

Realmente esta experiencia supuso un encuentro con la esencia de las personas, sin máscaras ni velos intermedios que maquillen la realidad. De cada uno de ellos me llevé mucho más de lo que yo les pude ofrecer.

En conexión con este último centro existía además otro dedicado a la acogida de niños pero dado el tiempo limitado de mi estancia tan sólo pude visitarlo.

Centro de acogida de deficientes.

Centro de acogida de niños en Khulna.

U
no de los hechos que más me hicieron reflexionar fue el acontecido durante una de las noches en las que me encontraba descansando en la casa en la que me alojaba. Alrededor de la 1 de la mañana mi sueño se interrumpió ante los desconsolados y desgarradores lloros de una mujer. Se trataba de un familiar lejano de la familia que me acogía. Su hijo de tan sólo 5 años había enfermado súbitamente y el médico local les comunicó que se trataba de un problema en la cabeza y que nada podía hacerse por su vida. La mirada de sus padres transmitía la angustia y desesperación propias de alguien que debe asumir sin tiempo a entenderlo que su hijo les abandonará en unas horas.  Pese a todo, sus padres no se resignaban a darse por vencidos y acudieron a la casa en la que nos encontrábamos para reunir el dinero suficiente que les permitiese trasladar a su hijo hasta un hospital de la capital con mejores medios. Sin pensarlo les entregué 1.000 Takas (10 €) que, junto con los donativos de otros familiares, resultaban suficientes para el propósito. Me pidieron que visitase antes al niño. Lo encontré en un pequeño coche ambulancia que esperaba al final de la calle. Prácticamente no tenía consciencia, su frente ardía por la fiebre, temblaba y respiraba con enorme dificultad. Varios familiares se acercaban desconsolados a modo de despedida final. Al cabo de unos minutos la ambulancia partió rumbo a Dhaka. Por delante todavía les aguardaba un largo viaje de 8 horas a contrarreloj, atravesando ríos en ferris y caminos llenos de baches.

Por fortuna la historia acabó con un final feliz. A las dos semanas justo antes de mi vuelta, la familia y el niño regresaron a Khulna. En Dhaka le diagnosticaron una neumonía en una fase muy avanzada. La aplicación de los medicamentos adecuados permitió al niño volver a correr alegremente por las calles de su pueblo. Aunque todavía convaleciente, pude abrazarle felizmente y comprobar la nueva mirada de sus padres, la mirada de quien ha vuelto a recuperar lo que más quiere.

Cada año miles de niños mueren en Bangladesh por esta misma causa. Con tristeza pude comprobar como niños a los cuales había fotografiado el año anterior habían muerto en el transcurso del año.

Historias como esta me permitieron valorar la importancia de los pequeños detalles, el valor de la ayuda a quien la necesita y la fragilidad y delicadeza en ocasiones de la vida.


UNA MIRADA AL FUTURO

L
a hospitalidad de los Bengalís fue una constante durante toda mi estancia. Pese a su pobreza, no dudaban en compartir todo lo que tenían, rechazando muchas veces cualquier compensación por las molestias.

Bangladesh lucha por su desarrollo y año tras año puede comprobarse la mejora de sus infraestructuras y servicios. Pese a todo, todavía debe afrontar grandes retos, no sólo económicos sino sociales además de la solución de problemas crecientes como la explosión demográfica, la contaminación de sus aguas, los índices de pobreza, garantizar el abastecimiento de los bienes de primera necesidad, sanidad, etc.

En el ámbito social existen igualmente grandes desafíos como la erradicación de la enorme tasa de analfabetismo, el respeto de los derechos humanos, el empoderamiento de la mujer y el reconocimiento de sus derechos, etc.

En este sentido el acceso a la educación juega un papel vital. La escolarización de niños y niñas es clave y determinante en el desarrollo de un país. El conocimiento es el pilar fundamental con el cual combatir las injusticias, los desequilibrios y en último término el sufrimiento innecesario que principalmente se alimenta de la ignorancia.

Fueron muchas las clases de humanidad y los tés (cha) entorno a los cuales pude conocer la difícil realidad de personas y familias. Su ilusión y aspiraciones de mejora son la savia fundamental que alimenta sus vidas.

Pese a que viajé con la idea de ayudar, en el fondo y de forma inconsciente son ellos quienes realmente me ayudaron mediante la forma de afrontar las adversidades, su filosofía de vida y humildad. Mis agradecimientos a todos ellos.

Nuestra aportación individual por pequeña que sea siempre tiene una repercusión positiva, a veces insospechada. Nada en esta vida puede darse por perdido mientras exista una sola persona que luche por mejorar el mundo. 

Ø       Mikel G. Septiembre 2010

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